aunque siga queriéndote más allá de la muerte;
y acaso no comprendas en esa despedida, que,
aunque el amor nos une, nos separa la vida.
Tengo miedo de verte
necesidad de verte
esperanza de verte
desazones de verte.
Tengo ganas de hallarte
preocupación de hallarte
certidumbre de hallarte
pobres dudas de hallarte.
Tengo urgencia de oírte
alegría de oírte
buena suerte de oírte
y temores de oírte.
o sea,
resumiendo
estoy jodido
y radiante
quizá más lo primero
que lo segundo
y también
viseversa.
Cecilia
El otro que lleva mi nombre
ha comenzado a desconocerme.
Se despierta donde yo me duermo,
me duplica la persuasión de estar ausente,
ocupa mi lugar como si el otro fuera yo,
me copia en las vidrieras que no amo,
me agudiza las cuencas desistidas,
descoloca los signos que nos unen
y visita sin mí las otras versiones de la noche.
Imitando su ejemplo,
ahora empiezo yo a desconocerme.
Tal vez no exista otra manera
de comenzar a conocernos.
Cecilia.
Absurdo.
Muros que limitan.
Lindante a una realidad que no es mía.
Sangre que corre tras lacerantes silencios.
A lo lejos, los poetas bailan una canción desafinada.
Un par de recuerdos juegan con mi insomnio.
Un celeste fuego prestado, pintando cada una de mis horas,
Marcando cada uno de mis pasos.
Un minuto…este dolor es propio?
Ya es hora de perder
la inocencia,
ese estupor de las criatura que todavía
no pudieron hacerse cargo
de la memoria
del mundo al que recién nacieron
Pero nosotros hombres
grandes ya, podemos olvidar, sabemos
perfectamente que tendríamos
que hacer para dañar
el presente, para romperlo.
Aquí nadie
tiene derecho a distraerse,
a estar asustado, a rozar
la indignación, a exclamar su sorpresa.